sábado, 1 de febrero de 2014

Otro nuevo comienzo I

“Todo irá bien” se repetía cada treinta segundos. “Todo irá de la mejor forma posible”. Llegó casi a creérselo. Si no hubiese sido por ese maldito Land Cruiser que pasó a su lado a toda velocidad, hundiendo la rueda por lo menos unos treinta centímetros en el charco enlodado y levantando una pared de barro que dejó su ropa hecha un verdadero estropicio. Fue entonces cuando dejó de confiar en que por una vez en su vida, tendría suerte.

Ya no tenía tiempo para volver a casa y cambiarse, así que tomó la decisión de continuar hacia adelante, con la cabeza alta y una seguridad pintada en el rostro que no estaba muy segura de sentir. Empujó la puerta de cristal con la espalda y maldijo por lo bajo al comprobar que la dejaba llena de porquería. Le pasó el brazo ante la atenta mirada de la mujer tras la mesa al fondo de la sala, aumentando la mancha en lugar de reducirla. Estaba claro que entre todos los malos que había tenido últimamente, este estaba haciendo méritos para convertirse en el peor de todos sus días. Cuando por fin se acercó al mostrador, la secretaria la miró con un desdén que rayaba por un lado en la indignación y por el otro en la indiferencia. Estaba acostumbrada a esas miradas. Sabía perfectamente qué hacer con ellas. Ni corta ni perezosa, subió el portafolios a la altura de la mesa y lo puso encima. La cara de la mujer que tenía en frente se convirtió en una máscara de ira cuando comprobó que estaba ensuciando cuanto encontró a su paso: papeles, folletos promocionales, su taza de café, el teclado del ordenador e incluso la propia pantalla que había sido víctima de múltiples salpicaduras. El enfado de su oponente le dio el tiempo suficiente para ser ella quien rompiese el silencio. Con el tono más autoritario que consiguió rescatar de su banco personal de memorias y mirando directamente a los ojos de la rubia oxigenada que tenía delante, tiñó de autoridad la petición que escapó de sus labios.

  • Indíqueme el aseo, señorita. Es obvio que lo necesito.
  • Me temo que sólo estoy capacitada para indicarle la puerta – comentó la rubia con altivez-. Está mucho más cerca.
  • Bien, me parece perfecto. Mañana seré yo quien le indique la puerta a usted cuando firme su carta de despido.

El rostro de la secretaria se crispó de miedo y todo su cuerpo comenzó a temblar al darse cuenta del error que había cometido.

  • ¿Señora Rivas?
  • Señorita, si me hace el favor, soy joven y he obviado el matrimonio por ese motivo- y cargó de bilis su voz para añadir-. ¿Puede mostrarme ahora el aseo o la importuno demasiado?
  • Por supuesto, señorita, ahora mismo. Venga por aquí, por favor.


Dejó pasar por delante a la temblorosa mujer teñida y suspiró en silencio. Siempre costaba retomar las cosas donde las había dejado. No era ni la primera ni la última vez que tendría que hacerlo. Aunque se le daba bien, cada día le pesaban más los cambios. Necesitaba un cambio real, algo de verdad, algo que comenzase a llenar su vida de realidades a las que aferrarse. Con cada variación en su vida, creía que por fin le llegaría el momento. Sin embargo, se encontraba siempre con algo similar, con algo idéntico a lo que ya había vivido. Lo nuevo, ya le resultaba demasiado aburrido. Y allí estaba ella, llena de novedades insulsas como cada primera vez: nuevo trabajo, nueva vida, nuevo comienzo. ¡Dios, cómo odiaba los comienzos!

1 comentario:

Alba dijo...

Gusta. Como este proyecto. También tiene un comienzo con comienzo :P